martes, 7 de agosto de 2018

Invención de la mente colectiva

         Las sociedades gregarias y la invención de la mente colectiva y la mente individual: La cultura auténtica.



Toda sociedad humana es gregaria, pero no toda es comunitaria. Las hay que son gregarias- comunitarias y otras gregarias colectivas. Las últimas son la propias de la cultura de masas: un cúmulo, una suma de sujetos que para poder vivir deben encajar, ser copia de un modelo institucionalizado. La copia, para ser fiel o casi fiel al modelo, debe hacerse desde el orden de lo mental.
No obstante, también es posible una sociedad comunitaria en la que no quepa la idea de copiar modelo alguno. Sin modelo, la mente de los sujetos se hace única y libre, ajustada a la naturaleza del sujeto, a la idiosincrasia biológica de cada organismo. Esta ya no puede engendrar cultura masificadora, rutinaria. Engendrará insospechadas formas de relacionarse con los semejantes y con la naturaleza.

Estamos tan ajustados a la cultura del deber, de la obligación-propia de la cultura totalitaria-que nos asustamos ante la idea de una sociedad sin controles. Esto se debe a que aprendimos desde pequeños una absurda antropología: creemos que los seres humanos son malos por naturaleza, sin notar que la categoría de “bueno” o “malo” se le otorga cándidamente a  los hechos de la naturaleza desde la estrecha mirada de nuestra cultura y deficiencia científica.

Sin embargo, el propio estudio de la animalidad y el mundo vegetal, muestra cosas muy distintas. Ningún animal es asesino de sus semejantes sino únicamente en condiciones extremas, como el hacinamiento, el hambre crónico o la defensa personal. El hecho de que veamos por todas partes asesinos e infelices, se debe más a las condiciones materiales que se han creado, más las tontas ideas que las justifican que a una auténtica naturaleza humana. Véase no más la fabulosa obra de Humberto Maturana, la cual pone por los suelos del absurdo la tesis de tantos politólogos y gente del común que pregona irresponsablemente la perversidad connatural de los seres humanos.

Si se analiza con detenimiento, todos ejercemos una determinada forma de trabajo que se limita  aquel que uno realiza para percibir un salario. Trabajo también es el deporte, la composición de un poema, reflexionar sobre cualquier tema, tener relaciones sexuales. Todas estas acciones implican la construcción de objetos mentales, de símbolos.  También lo son las acciones que hacen posible la permanencia en la existencia de mera artificial: la medicina, la gastronomía. la construcción de viviendas.
De manera que puede decirse que todos podemos construirnos a nosotros mismos, o para que tenga una mayor claridad, inventarnos a nosotros mismos. Inventarse a sí mismo se convierte así en la única obra de arte realmente significativa. Porque cuando la expresión de una singularidad se hace canon o criterio de gusto estético para otros, eso que se copia no puede llamarse creación, por definición.



Tomado el fragmento del ensayo: "Ser uno mismo" escrito por el filósofo latinoamericano Rogelio Acevedo Oquendo



Obra: La vida y yo/ Kandinsky



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