lunes, 13 de agosto de 2018


EL HOMBRECILLO ESTE


El hombre todos los días lleva una gorra de cualquier estilo, parece ser que el gélido ambiente de la ciudad, le adormece su pelada cabeza. 
La chaqueta, los tennis de marca y un jean, hacen su personalidad más cómoda.

Él es blanco y tiene sobre su rostro, una mirada inquisitorial. Cada vez que camina, le gusta hacerlo solo, pero, cuando va en compañía de alguien, le gusta ir siempre en la delantera.

Su pecho siempre firme hace pensar, que no le teme a nada, y cuando camina, parece un caballo en pleno desfile militar.
Le gusta reír con moderación. Siempre tiene las manos libres, pues no le gusta llevar nada que pueda estorbar al momento que tenga que enfrentar.

Tiene ojos grandes y miopes, pero no usa las gafas, dice que es más galano para cualquier mujer que lo vea y así echarle el cuento a alguna, si se antoja de moteliar.
Le gusta hacer ejercicio y fortalecer los músculos, pero, dice que jamás pensaría en un tatuaje que manche el color de su piel.

Anda bien perfumado, sin embargo, por lo general, mantiene sus uñas sucias y carcomidas. Usa el mismo Jean por semanas y sin que nadie lo note (o puede que sí, yo) cambia de chaqueta, pero la camisa que usa, le dura como tres días, parece que tiene aquella mentalidad de “ahorro de agua” “hay que ayudar el planeta”.

Cuando se sienta a comer, le gusta olfatear lo que come e identificar los condimentos que untaron a su comida. Sugiere mucho, nuevas formas de cocinar, pues siempre es mejor lo que él prepara: “A todo el mundo culinario le hacen falta personas como yo” eso afirma.


No le gusta el silencio si está acompañado, así que empieza a contar los viajes que hizo cuando era joven, queriendo llevar el famoso polvo blanco que da más plata que un salario básico, y cuando termina, hace chistes para distraer su acompañante y hacerle el rato más agradable.
Yiseth París Corrales


El hombre / Picasso


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