EL HOMBRECILLO ESTE
El
hombre todos los días lleva una gorra de cualquier estilo, parece ser que el
gélido ambiente de la ciudad, le adormece su pelada cabeza.
La chaqueta, los tennis de marca y un jean, hacen su personalidad más cómoda.
La chaqueta, los tennis de marca y un jean, hacen su personalidad más cómoda.
Él
es blanco y tiene sobre su rostro, una mirada inquisitorial. Cada vez que
camina, le gusta hacerlo solo, pero, cuando va en compañía de alguien, le gusta
ir siempre en la delantera.
Su
pecho siempre firme hace pensar, que no le teme a nada, y cuando camina, parece
un caballo en pleno desfile militar.
Le
gusta reír con moderación. Siempre tiene las manos libres, pues no le gusta
llevar nada que pueda estorbar al momento que tenga que enfrentar.
Tiene
ojos grandes y miopes, pero no usa las gafas, dice que es más galano para
cualquier mujer que lo vea y así echarle el cuento a alguna, si se antoja de
moteliar.
Le
gusta hacer ejercicio y fortalecer los músculos, pero, dice que jamás pensaría
en un tatuaje que manche el color de su piel.
Anda
bien perfumado, sin embargo, por lo general, mantiene sus uñas sucias y
carcomidas. Usa el mismo Jean por semanas y sin que nadie lo note (o puede que
sí, yo) cambia de chaqueta, pero la camisa que usa, le dura como tres días,
parece que tiene aquella mentalidad de “ahorro de agua” “hay que ayudar el
planeta”.
Cuando
se sienta a comer, le gusta olfatear lo que come e identificar los condimentos
que untaron a su comida. Sugiere mucho, nuevas formas de cocinar, pues siempre
es mejor lo que él prepara: “A todo el mundo culinario le hacen falta personas
como yo” eso afirma.
No
le gusta el silencio si está acompañado, así que empieza a contar los viajes
que hizo cuando era joven, queriendo llevar el famoso polvo blanco que da más
plata que un salario básico, y cuando termina, hace chistes para distraer su
acompañante y hacerle el rato más agradable.
Yiseth París Corrales
El hombre / Picasso
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